Como habréis visto en el título hemos formulado dos preguntas similares pero que tienen un significado distinto según cual sea el ángulo donde nos situemos.
Generalmente hablamos e imaginamos al Yo superior como un ser distante y separado de nosotros. Deseamos acercarnos a él procurando seguir las enseñanzas que nos brinda la Sabiduría Eterna, meditando, practicando la pureza de vida y siguiendo otras tantas técnicas que nos eleven la consciencia y nos conduzcan al camino del discípulo, para que así podamos alcanzar la plena consciencia egoica necesaria para ser dignos de estar en presencia del Ángel solar, nuestro primer y último Maestro.
En teoría sabemos que somos seres divinos individualizados que nos revestimos de cuerpos de materia al descender al plano más denso donde vamos adquiriendo consciencia por medio de la mente discernitiva, que nos permite aprender de las experiencias vividas en cada encarnación.
La consciencia nos la proporciona la utilización de los sentidos físicos, astrales y mentales de nuestros cuerpos.
Cada cuerpo posee un sentido propio dividido en siete niveles a los cuales vamos ascendiendo y desarrollando en otras dimensiones superiores empezando por los físicos, desde el más denso y material hasta el más sutil y espiritual.
La clarividencia, la clariaudiencia, la sicometría, la telepatía, la intuición y todo cuando pueda comportar el desarrollo en los distintos planos es la evidencia de estar desarrollando los sentidos superiores, cada cual en el plano que le corresponde.
A medida que avanzamos y la consciencia se expande adquirimos una mayor sensibilidad hacia el mundo que nos rodea, entonces surge en nuestro interior una realidad desconocida hasta el momento, una comprensión más real de los mundos visibles e invisibles y una mayor certeza de quienes somos interna y realmente y empezamos a darnos cuenta que la distancia que en un principio creíamos que existía entre nuestro Yo superior y nosotros es ilusoria mientras nos identificamos con la forma.
Tenemos que vivir muchísimas encarnaciones a partir de la individualización hasta llegar a ser conscientes y reconocernos como el Ser superior que somos mientras evolucionamos dentro del reino humano. Más adelante nuestra percepción nos llevará aún más allá del Yo superior que hemos descubierto en nuestro Ser, para darnos cuenta que nuestros orígenes pertenecen al Espíritu, aunque el Alma ha sido nuestra guía mientras hemos adquirido consciencia en el reino humano.
Mientras no llegamos a tal comprensión oscilamos entre los pares de opuestos, siendo el aspecto material el que nos mantiene atrapados en el plano de los deseos donde la mente no ejerce todavía su control. Ésta es en general la consciencia en que está inmersa una gran mayoría de la humanidad, la cual considera que el Yo superior es su personalidad.
Cuando desde el ángulo personal que está despertando nos formulamos la pregunta; ¿quién soy Yo? hablamos en primera persona, intentamos situamos en el lugar del Yo superior que ha encarnado en una forma, aunque todavía nos identificamos con ella. A partir de entonces va surgiendo cada vez de forma más urgente la necesidad de saber cuales son nuestros orígenes y la forma como podemos descubrirlo.
El alma humana evoluciona utilizando infinidad de formas y personalidades a lo largo de su existencia; físicas, astrales y mentales gracias a los devas elementales constructores cuya vibración ha sido similar a la alcanzada por su propia consciencia. Dichos devas han construído y reconstruído sus vehículos al paso de su existencia, de tal forma que le han permitido evolucionar en los distintos planos de la materia durante todo el recorrido dentro del reino humano.
Como alma en evolución se ha manifestado físicamente a través de dichas formas, permitiéndole ser consciente, autoconsciente y supraconsciente mientras ha encarnado en cuerpo físico.
Por otra parte sabemos que el desarrollo de la Consciencia es el objetivo que se ha propuesto nuestro Logos solar en este segundo universo y únicamente podrá llegar a realizarlo por el proceso de la individualización y por el sistema de la dualidad humano-dévica.
Entonces nos preguntamos ¿el porqué de esta dualidad si sabemos que entre los pares de opuestos siempre ha existido el conflicto, regidos por la Ley de Atracción y Repulsión?
Existen Misterios que la mayoría de nosotros todavía no estamos capacitados para comprender, sin embargo todo ser manifestado desde un átomo físico hasta el Logos solar o cósmico, estamos siendo sometidos a pruebas previas a una iniciación. En estas pruebas muchas entidades humanas empezamos a vislumbrar a nuestro Arquetipo, el Ser interno que mora en nuestro corazón, siendo esta la causa de que se esté produciendo una gran mutación en todo el planeta.
Para que la Consciencia del Alma en este segundo universo llegue a ser una realidad, es preciso que vuelvan a unificarse el Espíritu y la Materia y la dualidad se funda nuevamente en la Unidad. Sin embargo cuando se produzca esta reunificación ya no será lo mismo de antes del descenso a la materia porqué el Ser Creador habrá incorporado en Si mismo la consciencia adquirida que le han proporcionado las mónadas encarnadas en formas materiales. Entonces de esta unión nacerá el fruto de su experiencia y el Propósito divino se habrá cumplido.
Sabemos que el reino humano somos el fruto de la unión entre Espíritu y materia, mitad divinos y mitad humanos, personificamos la dualidad y evolucionamos entre los pares de opuestos desarrollando la consciencia. De ahí la lucha constante entre lo que esotéricamente definimos como la Luz y la oscuridad hasta que llega una etapa en que ya no nos preguntamos ¿quién es el Yo? como cuando nos veíamos separados de nosotros mismos, ahora sabemos !Quién Soy Yo! porqué nuestra consciencia se ha iluminado lo suficiente para permitirnos vislumbrar nuestros orígenes divinos.
Surgen muchas preguntas que con el paso del tiempo iremos descubriendo. Ahora nos preguntamos: ¿qué función realizamos como almas o Yo superior como centro de consciencia en este universo?
La función primordial consiste en hacer de intermediarios, en tender el Puente de Arco Iris, el Antakarana. Este Puente únicamente podrá ser atravesado cuando el Tiempo deje de existir, lo cual significa que nos habremos librado de la vida de los tres mundos. El Tiempo es creado por la mente humana, pero más allá del Antakarana la mente se extingue para dar paso a un estado búdico donde el espacio y el tiempo han dejado de existir y lo único real es el presente que no tiene principio ni fin.
La consciencia no es patrimonio únicamente del reino humano, la Consciencia es Universal!
La diferencia que existe con los demás reinos es que el humano llega a ser autoconsciente y por ser el cuarto reino, tiene la misión de hacer de Intermediario, teniendo la responsabilidad de conducir a los reinos subhumanos hasta el portal de la iniciación y abrirles la consciencia al reino superior al que havian estado evolucionando hasta aquel momento.
¿Porqué toda entidad debe utilizar tres cuerpos o vehículos para poder llevar a cabo su evolución?
Aunque el tema es muy extenso y ahora no podemos desarrollarlo, sin embargo podemos decir que todo cuanto existe en la Creación es Fuego Eléctrico, siendo la Causa primordial de la manifestación de nuestro universo Trino. Está formado por tres Energías básicas que son los tres Fuegos que infunden Vida, Cualidad y Apariencia a toda la Creación. Son el Fuego de Fohat del Espíritu; El Fuego Solar del Alma y el Fuego por Fricción de la Materia, manifestándose en la Consciencia del Logos como; Voluntad, Amor e Inteligencia y en el Primero, el Segundo y el Tercer Rayos.
Vemos que todo conocimiento esotérico está enlazado y que cuando tratamos de la evolución humana si sabemos aplicar el Principio hermético de Analogía con el macrocosmos, se abrirá ante nosotros un enorme campo de investigación, de conocimiento y comprensión del mismo. Todo en absoluto está regido por unas mismas Leyes divinas y aunque desde nuestra percepción microcósmica nos veamos separados, en realidad somos una pieza importante dentro de este engranaje sin la cual el universo estaría incompleto.
Marta Parramon Elies
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