!El mundo no cambiará si antes no cambiamos cada uno de nosotros!
Al observar al mundo con todas sus contradicciones, el sufrimiento y el gran desorden que impera, nos preguntamos que podemos hacer para cambiarlo. Organizamos manifestaciones a favor de la paz, la justicia y el orden, inducidos por la buena voluntad y las ansias de hallar la paz y la armonía entre pueblos y naciones. Sin embargo al regresar a nuestras relaciones cotidianas seguimos llevando a cuestas nuestra guerra particular.
Si en nuestro interior no existe la paz que prodigamos para el mundo ni hemos admitido los errores cometidos en el pasado, que han hecho de nosotros ser lo que somos en la actualidad, el conflicto propio y mundial se eternizarán. Vivimos del pasado, somos el fruto del pasado, y nos dejamos arrastrar por las tendencias cultivadas durante generaciones, por los prejuicios y costumbres de una sociedad insana e infeliz, falta de verdadero amor y comprensión hacia las necesidades ajenas, todo lo cual ha creado una enorme inercia que paraliza y conduce a la civilización a la involución.
Cuando observamos la situación mundial, al reflexionar, inevitablemente nos preguntamos como hemos podido llegar a tales extremos en el cultivo de los valores materiales, habiendo arrinconado aquello tan valioso que no se compra con dinero, que es permanente y está al alcance de todo ser humano.
Es evidente que estamos siguiendo un camino equivocado lleno de deseos efímeros que una vez satisfechos siguen dejando un gran vacío en nuestro interior y jamás nos dan la felicidad.
Es preciso un cambio en los valores, no yéndonos a los extremos sino intentando hallar el equilibrio y la comprensión de lo que nos unen con el resto de la creación.
Cuando analizamos a un país, a sus gobernantes y a la propia sociedad, generalmente lo vemos separado de nosotros atribuyéndole todo lo que anda mal, la juzgamos y criticamos, creyendo que nosotros tenemos la solución correcta, sin embargo y desdichadamente tan solo queda en una teoría, porque siempre esperamos que sean los demás quienes resuelvan los problemas. La sociedad la formamos entre todos al establecer relaciones, siendo el mundo y todo lo que vemos la suma total de lo que es el ser humano.
Para poder construir una nueva sociedad es preciso asumir la responsabilidad que nos corresponde como partes integrantes del reino humano.
Es necesario darnos cuenta de que la vida es preciosa, que tenemos que aprender a vivir y a convivir para poder darle así un nuevo sentido. El mundo es nuestro reflejo, es entre todos que hemos creado la sociedad y la cultura de los pueblos.
Si hemos construido un mundo de injusticias e infelicidad de la misma forma podemos construir un mundo donde reine la armonía y la paz dando lo mejor de nosotros mismos, puesto que los seres humanos somos los creadores de nuestro propio destino. Hemos levantado barreras nacionales e individuales creyendo ser más libres y sin embargo, nos hemos aprisionado a nosotros mismos, limitando la expansión en todos los sentidos, humanos y espirituales.
Es hora de actuar, rompiendo los lazos que nos atan al pasado y empezar desde ahora a construir las bases de una nueva cultura de vivir. Debe nacer un nuevo y auténtico orden mundial de este gran desorden organizado. Esto será posible cuando la humanidad seamos plenamente conscientes de los lazos internos y externos que nos unen con el resto de la creación.
Es necesario conocerse a si mismo en toda su amplitud y profundidad para reconocer nuestro poder creador y darnos cuenta de que si nos lo proponemos tenemos las herramientas necesarias para empezar a dar forma a la nueva cultura y civilización que nos ha de liberar de la esclavitud de los apegos materiales. La mente por si sola rechaza y divide, por el contrario, el Amor atrae y Nos Une.
Marta Parramon Elies
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