lunes, 10 de junio de 2024

¿Qué es lo que buscamos ?

 


Traducción del Catalán al Español.
Reunión grupal en la Asociación de Amigos de la India de Barcelona, Catalunya (España). 1987
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Cada ser humano perseguimos un objetivo de primordial importancia en nuestra vida, ya sea de índole personal, espiritual o de ambos a la vez. En algunas encarnaciones predominará uno más que otro, alternándose distintos estados de consciencia según las lecciones que tengamos que aprender y la capacidad adquirida o no, de prestar servicio.
En toda búsqueda se produce una proyección de energía que dirigimos hacia el objetivo deseado y cuando al imaginarlo lo visualizamos, si nuestra mente es persistente y mantiene enfocada su atención de forma permanente, se producirá el contacto.
En el encuentro siempre hallaremos una respuesta aunque quizás no la que hubiéramos deseado. En este contacto desaparecen las distancias, nosotros y el objetivo somos uno, esto es así porque la búsqueda en lo externo siempre nos conduce a nosotros mismos y en el instante de hacer contacto se produce identificación. Entonces el objetivo que no es más que una forma mental creada por nosotros mismos desaparece, habiendo añadido en la consciencia una más amplia comprensión.
Siempre que se alcance el objetivo deseado significa que la atracción producida es mutua, y aunque lo que perseguimos nos parezca inalcanzable y muy distinto a lo que poseemos o somos, en realidad la energía de ambas partes (en el instante de producirse el contacto) posee la misma radiación e intensidad que la nuestra. Lo semejante atrae a lo semejante.! O sea, que el objetivo y nosotros somos lo mismo.
Cada persona sigue su propio camino, pero la humanidad en conjunto y en particular, reaccionamos de forma muy similar ante los retos que nos pone la vida. El Alma es Una y los individuos tan sólo somos chispas del fuego que irradia Su Corazón.
Las preguntas u objetivos que nos proponemos y vienen a la mente al dar los primeros pasos en el sendero evolutivo, no son resueltas porque no vemos con claridad hacia dónde nos dirigimos, buscamos algo que nos permita ver un poco de claridad en el camino que hemos iniciado, un camino presentido aunque incierto.
¿No será que buscamos la perfección pensando que una vez alcanzada la meta propuesta todo se habrá resuelto? Si es así, nos equivocamos, porque la perfección no podemos entenderla como una finalidad, sino como un eterno movimiento.
Sentimos dentro de nosotros una gran inquietud, algo que nos impulsa constantemente a indagar en lo desconocido y adquirir conocimientos.
Cuando la inquietud se acentúa se produce un cambio en las corrientes magnéticas que fluyen dentro de nuestra conciencia y a medida que avanzamos nos conectan con fuentes de energía superiores similares a la alcanzada.
Es entonces cuando suele ocurrir que en nuestra vida personal se producen cambios sustanciales y separaciones personales, pero también nuevas relaciones porque internamente nos hemos orientado en otra dirección. Nuestro entorno cambia porque nosotros hemos cambiado.
Empezamos a deshacemos de unos valores que para nosotros ya no tienen sentido. Ahora el objetivo es otro, más interno e impersonal. En esta etapa del camino se producen importantes hechos que nos señalan una nueva dirección. Quizás nos regalen un libro, conocemos a alguien especial que al hablar despierta algo nuevo en nuestro interior. Podemos tener un sueño inspirador o nos llega al oído una palabra perdida que nos da la respuesta a alguna pregunta que nos habíamos formulado tiempo atrás. Cualquiera de estas circunstancias u otras, pueden ser el inicio del camino que nos conduzca a la próxima meta.
Cuando algo superior ha despertado en nuestro ser, la tendencia es a precipitarnos a la búsqueda de respuestas y preguntas trascendentes. De vez en cuando empieza a hacerse notar un atisbo de la mente abstracta mezclada con la mente analítica concreta. Tratamos de comprender concretamente lo que no pertenece al mundo de la forma. Es un tiempo de aprendizaje.
El conocimiento por sí solo no nos hace avanzar en el camino que hemos iniciado, pero es el mejor instrumento y de momento es necesario.
La propia evolución nos impulsa a realizar reajustes constantes en nuestros valores y a adaptar la vida personal a los mismos. Cuando se producen cambios en la consciencia se transforma la personalidad.

Los conocimientos esotéricos que vamos adquiriendo y su comprensión, pueden medirse en términos de luz, una luz mental que puede llegar a ser muy poderosa, pero que cuando no estamos suficientemente preparados para asimilarla nos puede provocar la ceguera interna. Un exceso de información espiritual o sobre temas de elevada trascendencia pueden producir una gran confusión cuando no estamos todavía capacitados para comprender, y en vez de expandir la conciencia la nubla, pudiendo desviarnos del camino y detener momentáneamente la evolución interna que habíamos iniciado.
Para seguir avanzando en el camino ascendente deberemos realizar profundas transformaciones en el carácter, lo cual creará tensiones con nuestro entorno y con nosotros mismos, porque tendremos que someter a los elementales de nuestros cuerpos a la voluntad superior del Alma. Es una decisión difícil la que debemos tomar al dar el paso definitivo, (aunque con total libertad) porque las amistades y relaciones familiares en general, no comprenderán el cambio que se está produciendo en nuestra forma de ser y de relacionarnos.
Debido a la fuerte presión de nuestro entorno y quizás por miedo a tener que renunciar a lo que hasta el momento nos ofrece seguridades, al principio no nos atreveremos a mostrar abiertamente nuestra nueva identidad y lo más probable es que nos mostremos al mundo representando el papel de un ser humano común, cosa que ya no se corresponde con lo que somos. De esta forma no vivimos plenamente como personalidades ni tampoco como almas, nos da miedo ir contra corriente y romper con lo establecido. Nos movemos en la indecisión y la inseguridad y retenemos la energía superior que deberíamos empezar a irradiar.
Ésta es una etapa ineludible y de grandes pruebas en todos los niveles, hasta que finalmente el Alma podrá valerse de sus vehículos cuando el temor haya desaparecido, lo cual será la señal de una creciente impersonalidad, entonces el discípulo dejará fluir su Luz sin prejuicios ni el temor a las críticas, al rechazo y los ataques a su persona.

El Maestro Tibetano describe la vida del discípulo que se consagra al servicio diciendo que; cuando el karma le impone una vida de relaciones sociales y familiares, "El discípulo debe vivir en el mundo sin ser del mundo"
El discípulo no es un Maestro pero tampoco pertenece a la humanidad común, el discípulo es !Prometeo! un ser Humano y Divino a la vez, suspendido entre cielo y tierra con los brazos extendidos, una mano tendida hacia sus hermanos menores haciendo de puente de unión para conducirlos hasta donde el ha llegado y conectarlos con lo superior. Y la otra mano, tendida mirando al cielo donde el amor del Maestro interno le transmite la fortaleza necesaria para poder mantenerse "clavado en la Cruz del Discipulado” por amor y compasión hacia la humanidad.
El discípulo no espera ninguna recompensa por el servicio que presta, sin embargo, al mantenerse firme en el Servicio y en su compromiso con el Maestro, su consciencia se expande y se le permite ir separando los velos que le impedían la visión interna. Progresivamente irá apareciendo en su interior la realidad y la grandeza de la creación, así como los poderes espirituales que le corresponden por Ley a la evolución alcanzada. La compensación será interna y siempre tendrá un objetivo superior a alcanzar, un faro de Luz que le indicará el recorrido hacia la próxima meta.

Marta Parramon Elies
 

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