Cuantas veces nos habremos preguntado como reconocer si nos encontramos en el camino del discipulado?. Tenemos a nuestro alcance información de diversas fuentes superiores que nos pueden orientar si ponemos gran atención dentro y fuera de nosotros mismos.
Existen dos libros escritos por Alice Bailey titulados "El Discipulado en la Nueva Era" del Maestro D.K. donde podemos encontrar en las cartas que Éste dirige a sus discípulos, similitudes con nuestro propio estado de consciencia, que nos pueden orientar y hacernos descubrir algo de lo cual no éramos conscientes hasta el momento.
El Maestro Tibetano dirige estas enseñanzas a los discípulos en probación a fin comprobar si sus Almas son lo suficientemente fuertes para resistir la presión que comporta servir. Si lo demuestran son aceptados dentro de Su Ashrama para conducirlos posteriormente a la Iniciación.
Para que el discípulo en probación pueda ser aceptado por el Maestro y recibir la 1ª Iniciación jerárquica precisa haber desarrollado la consciencia grupal de su Yo superior, pues sin esta premisa la vida personal todavía predomina y el Maestro no puede confiar en asignarle un servicio de responsabilidad.
Es practicando la inofensividad en el pensar, el sentir y el obrar que podemos dar el paso definitivo hacia el sendero del discipulado.
A través de los estudios esotéricos hemos adquirido gran información, aunque el conocimiento no indica necesariamente comprensión. Cuando la mente no ha accedido todavía a niveles superiores aún existe una zona vacía en nuestro interior que no hemos podido llenar con el conocimiento adquirido.
Cabe preguntarse ¿cómo llenar este vacío?. Estamos sumergidos en la substancia (el aspecto materia) cuando tratamos de comprender los estudios esotéricos con la mente concreta. Entonces, viendo que aún orientándonos en el conocimiento superior seguimos sintiendo en nuestro interior este vacío inmenso, nos preguntamos ¿qué podemos hacer? no será acaso que este hueco únicamente puede contener la esencia, (lo verdaderamente espiritual) ?
La esencia es algo intangible y no proviene de la mente concreta, ni tan solo de la mente abstracta sino que proviene de la comprensión que surge del corazón.
Las enseñanzas esotéricas más profundas únicamente pueden ser comprendidas desde la intuición, asentada en el mismo centro del corazón de todo ser creado, lo cual corresponde al plano Buhdico.
Si existen discípulos es lógico suponer que existen Maestros y si existen Maestros existen Escuelas internas donde se imparten enseñanzas. Es pues en estas Escuelas donde se forma el discípulo.
Hay diferentes formas de andar el camino, que nos conducen a desarrollar los distintos estados de consciencia por los que debemos pasar la humanidad en nuestro largo recorrido por este mundo, sin embargo el Camino es Uno.
Un discípulo no se hace por el hecho de adquirir conocimientos sino por lo que éstos han despertado en su interior.
La tendencia general es creer que cuando se ha adquirido mayor comprensión sobre la Sabiduría Antigua o empiezan a aparecer poderes psíquicos, es señal de que se es un ser más avanzado. Pero esto no indica que aquel ser sea un discípulo ni que esté guiado por su Alma, pues discípulo de un Maestro únicamente puede serlo aquel que sirve sin pensar en sí mismo ni en retribución alguna.
!El hombre avanza en la medida en que sirve!
(éstas son palabras del Maestro Tibetano)
Un discípulo se caracteriza por su entrega desinteresada al servicio del Maestro. Lo guía el impulso del Alma que en esencia es Amor y Sacrificio. Pero no pensemos que la vida del discípulo se centra en una sola dirección como puede ser la religión o la filosofía. Un discípulo es aquel que se olvida de si mismo (de sus egoísmos personales), que demuestra imparcialidad, que es impersonal y no juzga sino que comprende el porqué de la lucha que todo ser humano en evolución está librando dentro de si mismo entre el bien y el mal.
Sin embargo él se mantiene firme en el punto medio donde no existe conflicto personal, aunque por su gran sensibilidad sufre, compartiendo y liberando el karma de la humanidad.
Al igual que Prometeo (el Yo superior) el discípulo se compadece de la ignorancia de la humanidad que todavía no comprende el porqué del sufrimiento que se ve obligado a padecer, ni como puede librarse de él.
Sacrifica su vida personal por amor y compasión para hacerse cargo de la gran responsabilidad que le asigna el Maestro a fin de contribuir de este modo junto con sus hermanos del grupo interno, a llevar a cabo la evolución planetaria, (el Plan de Dios).
Marta Parramon